Si la familia conoce sobre qué le afecta a una persona en el diario vivir, lo primero es recurrir a un trato amable, cordial, no compasivo, más bien complaciente en relación a lo que le agrada al paciente, evitando conflictos, críticas y sugerencias que pueden causar reacciones incómodas.
No solo quien es propenso a cambiar de conducta o carácter, necesita vivir en un ambiente tranquilo, para eso nos ayuda a todos prepararnos antes de dormir, evitando alteraciones del ambiente televisivo, teléfonos y lo que perturbe el sueño.
Nuestra tranquilidad depende de aquello que capten nuestros sentidos, por lo tanto poner atención a los estímulos externos, es una manera de cuidar nuestro estado mental y espiritual.
Una conversación solo por la necesidad de compartir dudas, penas o inquietudes, apacigua el temor y la angustia, nos calma y aclara el solo hecho de plantear ideas que más bien puedan ser imaginarias, las que al exponerlas cambian.
Cuando estés frente a alguien que parezca difícil de comprender, es bueno compartir pensando que en cualquier momento, así lo somos todos.
A veces una mirada comprensiva ayuda más que las palabras.
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