Por formación aprendí a callar, cuando se trataba de dejar pasar aquello que no me pareciera bien, luego la psiquiatría me enseñó a poner oídos y atención a lo que escuchaba y a responder, siendo "consecuente con mis principios y valores".
Así fue como aprendí que así como los demás se han atrevido a decir lo que muchas veces sin ser verdad, sorprenden por personalidad, ahora entiendo que no por una imagen externa o impresión, iba a perder mi derecho de hacer saber, tanto así, lo que me conmueve, como lo que me disgusta.
Se dice que, a veces, el que habla más fuerte pareciera tener la razón, pero hay que poner cuidado en aquel que habla con voz baja, porque una ofensa inadvertida puede pasar.
En el tiempo, he ido concluyendo que detrás de las palabras, lo qué viene a tener importancia, es la intención.
Muchas veces sin proponernos, somos generadores de no buenas intenciones en la mente de otras personas, las que pueden volverse sistemáticas e incluso anular las buenas intenciones en uno, las que aun frente a la odiocidad, se generan en favor de la tolerancia, pero no es posible ser tolerante con aquel que por elección personal, lo elige a uno como contrincante.
No es la inteligencia lo que nos hace mejores, sino las buenas intenciones.
P.D. Una inteligencia mal ocupada, puede causar mucho daño.
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