Cuando nos sentimos escuchados y comprendidos, es posible refrescar el alma a través de una mirada de realidad bien entendida, me detuve en mi propio letargo de invierno y mi amiga Luz María Acevedo, consigue que renueve el sentimiento de nostalgia con esta reflexión que tiene mucho de cierto.
... Exactamente. Al parecer los estados de ánimo son influidos por los ciclos de la naturaleza... las estaciones del año, son también estaciones de vida para el ser humano... y cada una lleva su propia carga de vivencias, experiencias y emociones... el nacimiento lleno de luz, alegría y esperanzas como la primavera... toda la naturaleza se engalana y canta a la vida... la juventud... como un verano pleno de posibilidades, de proyectos, fuerza y determinación... el otoño... lentamente los brillantes colores van cambiando a tonos dorados de la naturaleza y un dulce marchitar de nuestro cuerpo... que nos habla de épocas distintas para vivir... y finalmente el invierno... el frío y la lluvia y el gris nos enfrenta a un paisaje que no quisiéramos ver... dolores físicos que nos persiguen e incertidumbres en nuestro horizonte . El espejo nos sorprende al presentarnos alguien desconocido... Es tiempo de sentarse y acurrucarse... de dormir abrigada y soñar sin miedo... de caminar menos pero hacerlo... de descubrir las maravillosas manos que en esta época se renuevan y crean lo impensado... tiempo de cerrar los ojos y aspirar el aire perfumado de flores o de humo... y sumergirse en cualquier momento en el universo de los recuerdos... dulces compañeros de vida que nos cuentan que toda nuestra vida ha sido un regalo único, irrepetible y que cada minuto ha valido la pena.
Quizás estemos viviendo el invierno de nuestra vida... pero es también primavera al volver a encantarnos como los niños con las cosas simples y porque no... jugar a serlo pintar con lápices de colores, bordar un pañito... hacer castillos de arena. Y es época de verano con la calidez del cariño que podemos prodigar a nuestros seres amados y a cualquiera que nos acompañe en este caminar. Y el otoño invierno, lejos de asustarnos nos llena de dulzura... Una rica mermelada hecha para los nietos... una bufanda para el esposo... ricas sopaipillas en una tarde de lluvia... El horizonte se hace más cercano y hay ecos de eternidad en el alma... que se alegra por la certeza del deber cumplido...
Gracias Señor por esta vida que me diste, gracias por acompañarme siempre, sostenerme y nunca soltar mi mano. Nos vemos cuando TU quieras.
Luz María Acevedo.
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