Toda enfermedad no es solo lo que influye en la vida de a quién le afecta, somos un todo y ese todo es lo que hace posible conseguir optimismo, paciencia, voluntad y confianza para no decaer y entender qué aquello que conocíamos de nosotros mismos, ante lo inexplicable, nos damos cuenta que nos faltaba por reconocer nuestro mundo interior.
Conocernos mejor, saber del porqué somos como somos y descubrir lo capaces de encontrar en nosotros mismos las respuestas, nos sorprende, nos anima y despertamos a la contemplación interior.
Descubrir el sentido de la verdad, del bien y de la belleza y junto con eso entendemos que además de la razón, nuestra existencia se centra en el desarrollo de nuestra dimensión espiritual lo que por sí mismos nos permite trascender, siendo más conscientes de una vida con sentido, aprendiendo a controlar las emociones intensas y alcanzar crecimiento personal.
Equivocadamente espiritualidad se asocia a perder la libertad, a comprometerse con creencias impuestas, sin experimentar que es un propósito personal en la búsqueda del significado de comprender el mundo y la esencia de las cosas.
El propósito de abandonar el sentimiento de vacío y desasosiego está en el camino de la espiritualidad, desde donde observar nuestro entorno de manera más desinteresada, hacernos preguntas sobre nosotros mismos, sin necesidad de ser religiosos, sino qué aprender a crecer con los valores qué podemos por si mismo reconocer como algo que a nadie perjudica.
Todos nuestros aciertos y desaciertos, podrán quedar en el olvido, más no aquello que compartimos con el silencio, superar barreras que nos limitaban en lo esencial, alimentarnos de la fuente donde está nuestra verdadera esencia, la espiritualidad.
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