Conversando.
En relación a enfrentar procesos de terapias, la psicoeducación está considerada como una ayuda tanto así para el paciente como para la familia, lo que permite ser capaz de analizar y fortalecer, situaciones cotidianas para actuar de manera más eficaz ante determinadas problemáticas.
En lo práctico se refiere a la buena disposición de todos frente a lo que en principio provoca inseguridad, rechazo e incertidumbre.
Todos somos gestores de estímulos en el trato cotidiano y comúnmente con quienes actuamos de manera menos amable y prudente es con la familia.
Al pasar del tiempo no nos damos cuenta que van ocurriendo cambios en todos y en cada uno de manera individual, influyendo edad, nuevos intereses, experiencias, sensaciones y emociones.
Una persona que se ve afectada psicológicamente, puede ser el motor para renovar el modo de comunicarse entre unos y otros como familia.
La broma, cómo el resaltar constantemente los errores, equivocaciones o tropiezos de algún otro, es uno de los aportes menos apropiados para ayudar al equilibrio y a la buena disposición de tomar en serio el sentir de los menos maduros, es decir, de aquellos más necesitados de orientación y formación sobre su propia autonomía, considerando eso, como el sentirse capacitado para saber qué pasos seguir y cómo comportarnos en cada momento.
De allí la importancia del autocontrol, el buen trato y los buenos ejemplos a considerar y de parte de todos.
Todo lo antes dicho viene a tener relación ante la necesidad de cada persona por encontrar su paz interior, confianza en sí mismo y principalmente en no sentirse defraudados, a veces, unos y otros, dentro de la propia familia, siendo más saludable estar dispuestos a reconocer que así como todos tenemos la razón, también todos estamos equivocados.
Algo tan sencillo como la auto observación, resulta ser una medida de liberación al estar consciente de uno mismo y no de otros, no olvidemos, que la tranquilidad de uno llama a la calma de todos.
Ante quien uno no comprenda, la mejor ayuda que podemos ofrecerle es el silencio, considerando que cada persona, además de tener su tiempo de madurez y crecimiento, en nada le ayuda recibir indicaciones de otro, que no ha aprendido a corregir lo qué son sus propios defectos.
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