lunes, 1 de mayo de 2023

Niña, adolescente, adulta y hoy en la paz de mi vejez.


Llegar a ser una persona anciana, considerándose anciana a toda persona mayor de 65 años y yo, caminando sobre los 74, puedo decir lo relevante que ha sido haber aprendido a disfrutar de entrar en mí y no en el prejuicio, qué tanto impide ser uno mismo. 

Mi pasado no es mi sombra, mi pasado ha sido el mejor incentivo para superar la equivocación, en los últimos años de vida, lo más hermoso es saber qué lo que pienso, siento y opino tiene relación con mi verdad, basada en el equilibrio de los años, el que de no haberlo conseguido, hubiese sentido que existía el fracaso y no lo fue, porque finalmente comprendí que todo resultado dependía de pensar lo qué iba a decir, como de escuchar lo que estaba diciendo, observar mi propia personalidad, hacer silencio, y entender que en el momento menos pensado aun consciente de mis años, igualmente vuelvo a ser torpe e ignorante, considerando qué si estoy atenta nada impide que me vuelva a corregir. 

Difícilmente puede ser creíble qué alguien que transitó por una bipolaridad considerada como grave por la psiquiatría, la que nunca ha dejado su tratamiento, pueda jactarse como un ser equilibrado, pero no existe solo lo que pueda querer demostrar, aparentemente a través  de una actitud egocéntrica sino existe algo que en mí toca lo sublime, el qué mis hijos hayan alcanzado a sentirse orgullosos de su madre y mas aún yo seguir percibiendo en mi respiro qué mi esposo aún me ama, siendo un premio a lo qué aspiré como madre y esposa y como destino en la vida. 

Susana.  


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