Para todos es más fácil distinguir los defectos que las virtudes, incluso, acostumbramos a resaltar nuestras propias imperfecciones y por cierto las de los demás, siendo qué en nada ni a nadie en algo les favorecen, el único valor que puede tener detenerse en subrayar los defectos, es que alguien en lo personal se interese por cambiarlos.
Las virtudes son todas aquellas acciones que dejan en evidencia la buena disposición de la persona por obrar bien, con verdad, justicia y belleza, basándose en considerar como principio la prudencia.
Los defectos nos llevan a ser impulsivos, reactivos, prepotentes, intolerantes, llevándonos a involucramos en riesgos y perjuicios innecesarios, pudiendo evitarlos "al estar dispuestos a modificar nuestras conductas".
Corrigiendo, incluso, no solo el modo de actuar, sino poniendo cuidado al hablar, recurriendo a la moderación para no dañar y respetar los sentimientos de los demás.
Se denomina Virtud a la capacidad de producir un efecto positivo... podríamos decir que las virtudes vienen unidas al valor de la responsabilidad, de cuidar de sí mismo y de los demás.
Cuando se habla de prudencia se refiere a la capacidad de ser precavido, del saber discernir, distinguir, comprender de manera juiciosa bien y mal, sin dejarse llevar por los propios impulsos.
Pareciera que quien cultiva la prudencia, no necesita guerrear con nadie.
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