Agradecimiento al Altísimo.
A través de estas palabras, quiero expresar mi más ferviente agradecimiento a mi Padre Celestial.
El Señor en su sabiduría plena, me llevó a esta página y en mi caminar a Susana, en el momento más difícil de mi vida.
Todo para mí era un caos, la situación familiar, me refiero a mis hijos, a mi nieto mayor fundamentalmente con enfermedad bipolar, mi trabajo, el estallido social, la pandemia, mi hija que regresaba de otra ciudad con mi nieta de 8 años, no tenía momentos de descanso, de paz interior, no podía orar… creo que ni dormía, no sabía qué hacer, en fin. Y conversando con alguien, me hizo llegar a Susana, ahora puedo mirar la vida de otra perspectiva y decir que yo era como una piedra preciosa que Dios me hizo, pero cegada volviéndose en bruto, no pulida a pesar de tener fe, pero fueron momentos tan difíciles, de tanta incertidumbre, con puertas cerradas… que no sabía por dónde empezar, ni qué hacer.
Comencé por seguir los consejos de Susana, uno a uno, día tras día, y fui dándome cuenta del cambio, logré con la oración del “Padre Nuestro”, cada día al dar los medicamentos a mi nieto, que obviamente no quería tomar, además de su agresividad y violencia ante cada medicamento que le correspondía tomar, aprendí a hacer silencio, sentada al borde de su cama (con el medicamento en mi mano y el vasito con agua en el velador) 1, 2, 3 y 4 “Padrenuestro” o los que fueran necesarios, hasta que abría sus ojos y me decía: ¿qué mamá?, entonces él me los recibía, con la calma menos esperada y así seguí adelante…
Cada día, limpiaba los pisos con cloro, era una tarea enorme… trabajaba por teletrabajo de 8:00 de la mañana en pantalla, hasta las 18:30 horas que finalizaban las clases, vía zoom. En los recreos, cocinaba (10 a 15 minutos), era un remolino dentro de la cocina, muchas veces se me quemaba el almuerzo… pero comíamos… los alimentos los compraba por internet y me los traían a casa, por cada cosa que llegaba las limpiaba con cuidado, uso de guantes, mascarilla, alcohol gel, limpiar las perillas de las puertas, lavado de manos, en fin.
Mientras escribo estas líneas, voy recordando, la gran tarea que el Señor le dio a Susana y lo obediente que fui en entregarme a cada una de las herramientas que necesitaba, con la paciencia de una madre.
Me contactó con un médico psiquiatra que me abrió la verdad ante lo desconocido, tenía en ese momento, dos diagnósticos de mi nieto, contradictorios de psiquiatras infanto-juveniles, que con una de ellas ya llevabamos dos años de terapia y con dos nuevos intentos de la peor determinación por la qué puede pasar un paciente... y el último diagnóstico de la doctora encargada del área psiquiátrica del hospital que indicaba “bipolaridad”. Fue evaluado por el psiquiatra especialista en enfermedades del ánimo quien lo atendió por telemedicina y en unos pocos meses Reinaldo logró estar más equilibrado, más estable, más contento, logró bañarse, vestirse, comer, se descubrió la cara, antes la cubría con su cabello.
Puedo reconocer qué nunca más me he apartado de la oración del Padre Nuestro, porque hace posible que guarde silencio, consiga paz espiritual en mí, en mi nieto y en cada uno de los seres importantes de mi vida, no es fácil ser madre, abuela en tiempos donde no se consiguen acuerdos en común, entre ellos con mi hijo de 23 años, quien aún vive conmigo, el venía con un problema de salud mental, fue apoyado por profesionales... sin grandes cambios, hoy puedo reconocer qué lo más significativo qué he conseguido frente a mis temores y responsabilidades, ha sido el cambio qué hice en mí, haber conseguido tener autoridad, frente a lo adverso, haciendo silencio espiritual...
En Chile cuando un hijo no se hace cargo de sus hijos, somos los abuelos los responsables de hacernos cargo de los nietos, aún siendo los últimos pasajes de la propia vida... así fue que el tribunal me solicita la custodia de mi nieto adolescente hasta su mayoría de edad, quien además es paciente bipolar. De lo cual me hice cargo, reconocimiento una vez más que sin Dios mis fuerzas humanas se acababan… se debilitaban al máximo porqué ya no podía sola, la oración me costaba, pero después de más de año de conseguir tener autoridad espiritual frente a los míos, puedo decir el Señor seguía ahí a mi lado… ¡Aleluya!
Asi se fueron ordenando mis propósitos, recuperé la relación con mi hija, su relación era bastante lejana, tampoco visitaba a su hijo que yo cuidaba, mis dos nietos con padres ausentes, pero mi nieto un día me dice me voy a vivir con mi mamá, sentí un dolorcito en el corazón, pero estaba bien, es su mamá, tiene el deber de cuidarlo y estar con sus hijos como familia, como debió ser siempre, llegó el momento... un beso, un hasta pronto, un silencio, sentí que se me partía el alma… pero era su decisión… estoy clara "soy la abuela" no su madre.
DIOS, es el único que cura heridas, sólo DIOS es quien da confianza, fortaleza, cura heridas del alma y del desamor.
Una abuela reconciliada con la fe.
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