Carta abierta para una madre que se compadece de su hija y no consigue tranquilidad, como yo tampoco, quien la acompaña con cariño y respeto y finalmente, tampoco le interesa.
Hoy le envié a tu hija Sara y en este caso por última vez, lo siguiente.
* Hoy es un buen día para hacer feliz a los demás y a uno mismo.
Abramos la ventana.
Hagamos nuestra cama.
Barrer anima.
Limpiar energiza y
La voluntad nos da vida *
Querida Consuelo madre de Sara; mi experiencia me dice qué el que muchas veces no cambia es por egoísmo y por falta de gratitud... ante eso, otros no podemos hacer algo, porque aquel que nos parece necesitado de ayuda, se vuelve más bien fuerte en el orgullo mal entendido, llamado soberbia y no en la capacidad de volverse manso consigo mismo.
El deber primero es estar en armonía con uno mismo, Dios conoce el corazón de sus hijos y no quiere vernos casados de hacer el bien.
Cada vez que te venga el deseo de decirle esto o hacerle ver otras cosas, te pido que hagas silencio con un Padrenuestro.
Deja su vida en manos del Señor Jesús, que si algo puede cambiar, es que ella se dé cuenta qué tiene que cambiar sus equivocaciones.
Susana.
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