A mis 72 años puedo decir que vencí a mi inseguridad, al volverme más humilde y al reconocer mis propias miserias, entre ellas dejar de ilusionarme, de esperar que me comprendieran y dar valor a la opinión ajena.
Hoy es la fecha en que nací, agradecida de mis padres y de mis abuelos quienes me enseñaron lo que hoy he alcanzado a ser.
Sin Dios mediante mi vida no hubiera conocido el equilibrio espiritual, como tampoco recuperar el sano juicio.
Aprendí que la vida no es una fiesta ni una entretención, es un compromiso, primero con quienes nos tienen cariño y luego con el deber de no perjudicar a otro.
Agradecida de quienes me han ayudado a caminar y han confiado que no los iba a defraudar, mi esposo, mis hijos, mis hermanos, profesionales y personal del área de psiquiatría, además de aquellos pacientes como yo, que han permitido levantar mi moral con sus oraciones y buenas intenciones y hoy, gratitud profunda por este pasaje de luz en la Isla Grande de Chiloé, con su gente de gran nobleza y pureza, donde hemos conocido del silencio, del trinar de los pájaros, sus colinas vestidas de flores silvestres, la lluvia y el viento que pueden cambiar la quietud del mar y sus animales qué me permiten sentir que me aceptan y nos entendemos en el lenguaje.
Por todo esto y más, muchas gracias a todos quienes me han respetado.
Susana Rodríguez Hidalgo.
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