Es tan cierto qué, a veces, no es tan grave lo que nos ocurre, mas bien nos enredamos cuando nos dejamos llevar por las desilusiones, por la influencia de otras personas a quienes obedecemos por quedar bien, por no perder una amistad o por falta de discernimiento, sin atrevernos a preguntar lo que no entendemos y decir: ¿Me puede explicar a qué se refiere con lo que me está diciendo?
Durante la mayor parte de mi vida hubo algo en lo que muchas veces me descuidé, como por ejemplo aceptar una broma aún sintiendo qué con eso alguien me estaba menospreciando o dejando en ridículo, sonriendo por no entender que no es justo qué me falten el respeto, ahora no y no porque los demás cambiaron ni porque yo haya cambiado, sino por haber puesto en práctica los esfuerzos que han hecho los médicos psiquiatras y todos aquellos que son parte de esa disciplina, para ayudarme a crecer.
Aprendí de lo importante que es "saber escuchar para entender y no escuchar para contestar"
A comprender que no bastaba ser prudente y hacer lo correcto, sino qué también debía distinguir cuando los demás no lo eran.
Si hay algo que agradezco al sufrimiento, es haberme permitido dar el justo valor al sano juicio, para desarrollar la facultad de distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso.
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