Desde hace tiempo que mantenemos un diálogo abierto con la madre de un paciente varón de mas de 20 años y finalmente ella y yo, entendemos, claramente, qué es la personalidad de ella y las expectativas personales... lo que perjudica la autonomía de Mario Alonso.
Marcela se esfuerza por dar lo que ella "cree" que es mejor para él y justamente está lejos de coincidir con lo que necesita un paciente bipolar que cumple con su tratamiento, dejó el alcohol, la posible influencia de drogas, pero sigue sin saber cómo dar a entender a quienes son parte de su familia, que comprendan que no es un enfermo mental, sino que necesita ser aceptado y respetado como todos para poder actuar.
Es así cómo esa confianza que pierde en sí mismo, se ve afectada por esa insistencia diaria de recibir recordatorios... qué debe tomar sus medicamentos, le critican porque no camina, no trabaja, se levanta tarde, no se baña, todo ese conjunto y un cúmulo de "observaciones" a través de esa mirada recelosa y los comentarios en voz baja, "lo confunden y lo hacen creer que realmente él es un ser extraño" que incluso perjudica a los demás.
Es así como nos ocurre a muchos pacientes, quienes tomamos la opinión externa como una evaluación justa y certera, tomando autoridad sobre nuestro comportamiento, nuestro temor y nuestra acción.
En el caso de Mario Alonso, es un ejemplo de sentir que su vida no tiene cambio y que aún poniendo la mejor disposición para la ayuda de sus médicos psiquiatras, quienes incluso admiten que es una persona de buenos sentimientos, educado y respetuoso, al final de cuentas no toma valor por la personalidad de con quienes convive.
Pareciera ser que la máxima proyección de padres, está en el cumplimiento de esos sueños de un hijo qué alcance lo que los padres consideran como ideal, olvidando que un hijo, es algo para atesorar como la siembra única que requiere donde poner atención, para que crezca en la confianza que está siendo preparado y capacitado, para sostener su propio desarrollo, tanto así, como en el bienestar y en la adversidad.
Es así como "todos no debemos esperar en otro", lo que no somos capaces de poner en práctica en nosotros mismos.
No son ni serán las expectativas imaginarias de otro, lo que determine nuestro destino, sino más bien en qué ese otro, sí es que quiere compartir y convivir el diario vivir, debe integrarse respetando las capacidades innatas de entendimiento intelectual, emocional y sensorial que a todos nos permiten sobrevivir, no siendo necesario conducirnos como si fuéramos incapaces de entender, incluso, con los ojos cerrados.
El silencio, la prudencia, la aceptación y el comprender qué no todo lo que nos parece mal es tan malo, como también qué lo que nos parece bueno, tampoco es tan real que es lo mejor, nos permite liberarnos entre nosotros mismos.
Si tú sientes que no te comprenden, nada impide qué tú comprendas, que los demás también no se dan cuenta cuando se equivocan.
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