Es muy difícil decir a alguien que está alejado de Dios, aún habiendo sido creyente toda una vida, que vuelva a confiar en el Poder y la Gloria del Gran Creador de lo bueno y del Universo, pero más difícil me resulta no compartir lo que me ha permitido apartarme del mal, la oración que me acompaña desde niña, el Padrenuestro.
Mi amiga Laurita de más de 80 años, hoy antes de despedirse con un buenas noches, me hizo este comentario:
"¿Te conté que tu me dijiste tiempo atrás de rezarle a Dios? y, aunque en ese momento no estaba muy convencida que lo iba a hacer, desde ese día no he dejado de hacerlo ni una sola vez y me siento muy bien. Es como una cita a la cual no puedo dejar de acudir"
Existen deberes que aún corriendo el riesgo de rechazo, no podemos dejar de enseñar o compartir, Laurita me sorprende con su buena nueva, recibió la buena intención y hoy se alimenta íntimamente de todo lo bueno que vive en ella, una conversación de gratitud y esperanza elevada a lo puro, nos permite entender que vive en nosotros mismos lo divino.
Aquí comparto lo que me acompaña en cualquier momento.
Padre Nuestro.
Padrenuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tú Reino.
Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día dánoslo hoy y perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Y no nos dejes caer en la tentación.
Más líbranos de todo mal. Amén.
Susana Rodríguez Hidalgo.
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