La Psiquiatría una Ayuda en el Comportamiento Humano.
En un comienzo entrar al mundo extraño, absurdo, odioso de la bipolaridad es vivir una batalla a ciegas, sin saber siquiera cuál es la razón de enfretarse a combatir con algo que paraliza la razón y el buen espíritu.
Una constante lucha contra lo que no creo que alguien a conciencia lo haya elegido, algo desconocido que en el tiempo nos enseña qué lo mejor es no analizar sino dejarlo pasar... porque lo absurdo sería querer entrar en dilucidar un misterio, ni una vida entera ni el infinito mismo alcanzaría para entender lo que es un misterio, sin embargo siempre vive en uno mismo la intención de aferrarse al milagro, tantos dan testimonio de fe de un precioso milagro qué de serlo no debe ser cosa de privilegio, entonces porque no poner esperanza y ver si también me escucha... para eso habrá que saber buscar cuál es el camino.
La ciencia hace conciencia y de ella nace la neurociencia y tanto hombre de buena voluntad con la intención de rescatar a otro igual del dolor y recoge a través de sus desvelos el estudio de la medicina y en este caso a través de la rama de la psiquiatría, con la buena intención de encontrar la calma en el comportamiento humano.
Sabemos mucho de lo que nos falta para mejorar, pero poco reconocemos la ayuda terapéutica que recibimos y no sólo de los profesionales sino de la familia y ¿porqué? porque las respuestas siempre las buscamos afuera y de lo que padecemos, consideramos culpables a otros y aunque sea cierto, eso no nos sirve para encontrar la paz que necesitamos, la paz se encuentra en dejar pasar lo que nos dañó... y en entender que cada uno es dueño de sus pecados.
Así es como generalmente más que poner entusiasmo en reconstruirnos, más bien nos atrae el poder que tiene el padecer y así es cómo contemplamos el propio dolor, pero desde la vereda de enfrente y no como la verdad misma "que todo empieza y termina en uno mismo".
El miedo, la confianza, la rabia, la alegría, el rencor, el amor, la dicha o el pesar y todos los sentimientos pertenecen a la propia elección e intención.
Así como nosotros no entendemos a los demás, nadie puede entender lo que sentimos como tampoco podemos pedir se haga cargo otro de lo que pensamos.
Se agrava la causa de la confusión y de la rabia, cuando vivimos a la espera que nos comprendan, compadezcan o nos ayuden a salir del sufrimiento, siendo qué uno mismo conociendo lo que es el sufrimiento, no ha perdido la capacidad de hacer feliz a otro.
Susana Rodríguez Hidalgo
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