El desconcierto, incertidumbre, el temor son factores que afecta a todos las personas por igual, pero a quienes padecemos de esta enfermedad que no solo nos altera emocionalmente, sino que también nos impide tener la facultad de fortalecernos en el qué hacer en un mundo que ya no solo depende de lo que cada quien decida hacer, porque hoy la realidad en que vivimos, nos expone a todos sin diferencia de raza e idioma por igual, frente a una pandemia que traspasa más allá de cualquier frontera idealista, ideológica.
Un aviso más para reconocernos lo frágiles, indefenso e ignorantes que nunca hemos dejado de ser, porque no somos más que simples mortales.
Habiendo vivido el dominio del mal en mi propio espíritu, siendo presa de la pérdida de dignidad propia de cultivar valores y principios recogidos de la esencia humilde de mis antepasados, aprendí que ir en contra de todo aquello que me pueda perjudicar, solo lo he podido sobrellevar con mi propia humildad, también recogida de mis padres y abuelos los que día a día me enseñaron a venerar a la Única Verdad, la que vuelvo a venerar como propietario de lo justo y necesario, Dios Padre.
Todos somos hijos de Dios, más solo criaturas aquellos que lo niegan.
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