Sanar de la enfermedad según la ciencia, no, y en mi caso obedezco a eso, porque el impacto emocional de una crisis afecta de por vida al propio cerebro, el descontrol en llanto, incoherencia, miedo, altera la química del cerebro, es como las secuelas que deja un terremoto...y es por eso que necesitamos de los químicos denominados estabilizadores del ánimo y de por vida, para recubrir las neuronas y así impedir que volvamos a caer en fuertes crisis.
Por eso que los medicamentos los consumimos cada 12 horas, porque el tiempo por el que hacen efecto es solo por 12 horas, 9 de la mañana 9 de la noche.
Cuando las neuronas no reciben el medicamento, inmediatamente no nos enfermamos pero quedan espacios sin el químico y ellas vuelven a reaccionar enfermas y nosotros recaemos.
Entonces, físicamente nuestro cerebro no vuelve a estar sano y para mantenerlo normal es que necesitamos entender que si o si, nos corresponde ayudarlo diariamente con el tratamiento y no por obligación, más bien porque el cerebro es parte del propio cuerpo.
Desde un principio lo primero que me ayudó para aceptar mi bipolaridad, fue reconocer que no hay privilegios para nadie en relación a las enfermedades, que puedan afectar al ser humano.
Es por eso que la aceptación es fundamental, no sólo de lo que somos físicamente, socialmente o económicamente, sino que también admitir que tener esta enfermedad, es parte de la vida personal y que más que una desgracia, es un desafío diario para corregir hábitos y conductas, hacernos entusiastas para no fallar en el tratamiento y para aferrarnos a la fe en Dios, a quien muchos lo niegan y que aun no he encontrado a alguien, que me pueda demostrar como descubrió que Dios no existe.
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