Siendo
muchos los factores que complican la posibilidad de restablecer el sano juicio
en alguno de los pacientes bipolares, tal vez, el más grave es suspender
el tratamiento.
Conozco
casos de personas con quien he compartido por largo tiempo, a quienes no habiéndoles
faltado atención ni afecto familiar, no quisieron aceptar la enfermedad, por lo
tanto cualquier intento de ayuda médica y de tratamiento no fueron aceptados por ellos, aún experimentando
varias internaciones, incluso forzosas, perdieron el absoluto
control de su raciocinio, consiguiendo la pérdida total de su realidad para
siempre, terminando en lo que muchas veces antes de estar totalmente desorientados
empezaron a hacer, salir a caminar sin rumbo cierto, deteriorando para siempre
su vida personal y la tranquilidad de sus familias y también el amor fraterno
que tantas veces nos unió.
Sin la
ciencia, quien busca cada día una nueva posibilidad de anti sicóticos u otros
anexos a los estabilizadores del ánimo, no podríamos confiar, que es el tratamiento
el principal salvador de quienes llevamos esta enfermedad, de la que ojalá
nadie más imite a Vilma y Genaro de abandonarse a los caprichos en los que
sucumbieron, por no entender el significado de disciplina ni
aceptación… si no fuera por el "espíritu de quienes aportan a la
humanidad a través de la ciencia", esta enfermedad estaría siendo fuente
no de un mal de salud mental, sino la pérdida del valor del individuo como ser
humano.
Otro ejemplo
muy cercano es Máximo, quien después de varias crisis, abandonando tratamiento
reiteradas veces, hoy consiente de saber que el deterioro de las neuronas por
cada crisis es real, se prometió volver a reintentar una última alternativa,
con un nuevo medicamento que requiere de una lenta evolución, supervisión
exhaustiva, controles rigurosos, toda una exigencia que se ganó él y otros más,
por no entender que en la vida hay que tomar en serio responsabilidad,
reflexión, conciencia, para conseguir escapar de los dominios de las malas
tentaciones.
Máximo ya no consume alcohol, ni marihuana, no olvida el horario del día al
día de sus medicamentos, pero el nuevo tratamiento lo mantiene inactivo,
duerme, perdió el interés por saber qué quiere, está irritable, desconfiado,
todo hubiera sido más fácil sin sus tratamientos abandonados, hoy las
exigencias son más severas, después de dos meses sin querer compartir con
nadie, ha vuelto al grupo, nos enseña, se acepta, se corrige y a todos nos
alegra.
Aún falta tiempo para que haga de su vida un desarrollo de sus potencialidades,
pero como a muchos quienes no claudicamos en la fe, el mismo reconoce que ser Cristiano, lo mantiene fiel a lo que
espiritualmente nunca sintió que lo abandonó, su propio Dios.
Susana Rodríguez Hidalgo.
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