Vivimos en la complicación de quien nos dijo o hizo, sin embargo nos abandonamos a reconocer nuestras habilidades, inspiración o de entender en nosotros mismos dónde vive la sinceridad.
Cuando cultivamos la sinceridad, descansamos de la desconfianza, de la falta de comprensión y de nuestras propias mentiras.
La sinceridad cuando la aplicamos como actitud de vida, no es otra cosa que la propia aceptación a ser lo que somos, permitiéndonos actuar sin temores, complejos o expectativas de vida las que tantas veces nos impiden actuar con sinceridad.
Lo que nos afecta lo asociamos a la intromisión de los demás, siendo que ocultarnos de nosotros mismos, nos afecta más que lo que piensen otros en relación a lo que parecemos ser o de lo que intuyen de lo que nos sucede.
La sinceridad es un filtro tan misterioso, que al no querer darse a conocer, mostrándose silenciosa no hay quien no la reconozca y quiera entrar en ella a pesar de su silencio para no incomodar.
La sinceridad consigo mismo, es saber que la verdad de vida no admite disfraces y aún en la no aceptación de otros, no es perjudicial, porque su fin es la sencillez, sin fingimientos ni dobles intenciones.
Podríamos decir que la sinceridad es hermana de la honestidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario