Hay incógnitas con respuestas claras para quienes hemos
aprendido la lección, poder reconocer en otro paciente cuando no consigue ver la
realidad tal cual es, volviéndose
intenso y obsesivo en puntualizar situaciones que no son como el las ve, este
es uno de los síntomas tal vez más exigentes e incómodos, para quien convive con
el paciente.
Siendo el principio de esto el impulso de la enfermedad, distorsionar
la realidad y llevar a la persona a insistir en lo que no corresponde insistir
y no es de otra manera, porque la enfermedad impide a la persona estar clara en mente y
espíritu, mientras no cumpla con su tratamiento.
La bipolaridad tiene
el poder de impedir darnos cuenta que estamos equivocados, sin tratamiento nos
dominan los delirios, los que para quien los experimenta no parecen serlo,
porque de alguna manera nos conectan con algo que nos aflige, con algo que
tiene que ver con una parte de la realidad que, a veces, sin ser una gran problemática,
hacemos de eso una súper problemática, no siendo agotadora para quien la recrea,
sino para quien no sabe cómo ayudar a estos síntomas agotadores de la
enfermedad.
Recuerdo a Nidia, quien fallaba en su tratamiento, porque es
una más de quien le encuentra cualquier factor desagradable, para justificar su
no aceptación a cumplir con lo que le pertenece como deber, no entendiendo que sus
derechos empiezan a tomar el lugar que le corresponde, cuando se hace cargo de
lo que la mantendrá clara en su criterio, antes no, porque a ella misma no le
da la capacidad para comprender a otro cuando no tiene la razón.
En mis primeros pasos de conocimiento del tratamiento, pensé
que entre más noción tuviera sobre la enfermedad, mayor poder de enfermedad y
no, saber sobre los síntomas y el mecanismo del diagnóstico, era esencial para
evitar recaídas, para tomarme en serio y no a la ligera, porque el desafío más
importante al que me enfrentaba la vida, era a este, entender siempre lo que me sucede y donde nadie más que yo suele llegar y lo que
hasta hoy sigue dependiendo de mi, aclarar lo qué pasa por mí.
Lo más relevante fue
dejar de auto evaluarme como una persona sensible, angustiosa, que no entendía qué hacer con lo que sentía.
Además de los estabilizadores del ánimo que me permitieron conectarme con la realidad común, mi primera incógnita fue preguntarle a mi primer médico si
podía dejar de pensar y dijo ¡No! Y eso me hizo descubrir, que tampoco nunca
iba a dejar de sentir.
En el tiempo fui ordenando y separando mis estados, fui dejando atrás lo que siempre escuché de mi "es que es muy sensible", eso no me ayudaba en nada, más bien me desautorizaba.
Cuando se habla que el Trastorno Afectivo Bipolar tiene relación con la emoción, entonces pude reconocerme como emotiva, en ese tiempo fácil de estremecerse con
lo que para otros no tenía significado alguno, ese fue el camino inicial para auto
evaluarme y dar inicio a una larga espera de entender la importancia de aceptarme incluso con la enfermedad bipolar, entender que soy dueña de mis sentimientos y que mientras no abandonara esa emotividad desbordante, no iba a disfrutar de mi propia tranquilidad.
Tarde o temprano hay que hacerse amigo de la madurez."Entre los tipo de madurez están las actitudes
concretas como una conducta
razonable, una persona madura
acepta las consecuencias de sus actos, se hace responsable".