Generalmente me refiero a como debe ser tratado el paciente,
principalmente porque es quien se ve más perjudicado en la posibilidad de conseguir
su quietud, firmeza, seguridad.
Pero, está claro que quien debe de poner su mejor empeño y
voluntad por su bienestar es el mismo, como protagonista de esta
experiencia.
Lo principal saber que su bienestar tiene relación directa con sus “conductas, hábitos y
conciencia”, considerando claramente que lo bueno lo favorece y lo que él puede
reconocer como algo malo, activa su enfermedad.
Después de una crisis y muchas veces, sin saber, dedicamos
mucho tiempo en nuestro pensamiento a vivir principalmente de “expectativas”, es decir a la espera de algo inesperado que nos
dé satisfacción, sin darnos cuenta, que eso solo existe en nuestra imaginación
y que puede mantenernos igualmente sumidos en una decepción constante al ver
que nunca se concreta la propia expectativa.
Uno de los requisitos fundamentales para restablecer nuestro
equilibrio, es concentrar de manera nivelada la realidad, esta mente derrochadora
de imaginación, necesita poner atención hacia donde va lo que
estamos pensando, porque lo más probable que terminemos girando en la nada o en
fomentar algún miedo que nos prive de nuevo de la realidad.
Pensar que lo tenemos todo no es una ilusión, lo que creemos que nos falta es cosa de la imaginación.
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