Cuando compartimos en grupo, la primera vez el paciente llega
temeroso y desconfiado.
A Raúl le pasó así, le era difícil darse a entender, no miraba de frente,
respondía entre dientes y todos comprendemos su conducta porque todos pasamos
por lo mismo.
Hoy piensa que compartir con otros pacientes bipolares, ha
sido fundamental para enfrentar incluso un despido de su trabajo, aun
considerando que no hay una razón de peso para recibir tal determinación, lo
mejor ha sido aceptarlo y dejarlo pasar, entendiendo que no será la primera vez
que tendrá que cambiar de trabajo.
Ha tenido tiempo para reflexionar, para reconocer que fue
demasiado el esfuerzo por conseguir sentirse aceptado, principalmente porque
pesa ese guardar el secreto de ser juzgado por seguir un tratamiento, que es
mirado de acuerdo a lo que piense quien opine de él, cada uno puede agregar lo
que quiera al diagnóstico, sintiéndose con el derecho a observarlo y hacer juicio
de lo que le venga en gana, entonces, callar que se vive con un tratamiento
para la vulnerabilidad afectiva, callar que te afectan las malas intenciones de
las personas, no es fácil.
Hoy Raúl se da cuenta que cambiar la mentalidad es una gran
ayuda, más que sentirse derrotado, desanimado por la pérdida de su trabajo, se
da cuenta que ya no está tan débil e inseguro, como estuvo hace un tiempo
atrás.
Entiende que lo primero es salvar la propia tranquilidad, que
nunca faltará de que vivir, que lo ideal no está fuera, lo más cercano a lo que
nos pueda acercar al equilibrio, está en comprender que aún dependiendo de la
relación cotidiana con los demás, no son los otros que pueden darle confianza en
sí mismo, es uno mismo que tiene que aprender a separar una opinión, un juicio,
una condición impuesta por otro.
Cuando entendemos que la vida es un estado de constante
cambio, podemos confiar que los miedos no son tan reales como parecen.
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