La personalidad de un paciente puede influir en su calidad de vida.
La manera de pensar y actuar, es muy influyente dentro de un diagnóstico bipolar; las características personales de cómo enfrentar la realidad, muchas veces, nos impiden evolucionar, progresar o entender que lo que nos mantuvo atrapado ya pasó, a veces, seguimos angustiados y no nos damos cuenta que hemos conseguido nuestro equilibrio y que podemos tomar nuevas decisiones.
Algunas
personas se quedan convencido que este mal no tiene vuelta y sus conductas de
inseguridad, de temor, pasan a ser el punto de apoyo, para así no enfrentar la
nueva etapa de vida, quieren seguir siendo comprendidos, auxiliados y no
exigidos, por su familia o por quien comparta su vida y eso lo lleva a convencerse,
mentalmente, que sus estados siempre serán enfermizos.
Difícil es darnos cuenta que de lo que pensemos
será el resultado de lo que logremos; una crisis nos lleva a la inseguridad, al desinterés,
a la pérdida de confianza y a la incertidumbre y es todo esto lo que principalmente
nos impide enfrentar responsabilidades o
compromisos, siendo que es lo que nos sirve como primera motivación, para sanar lo
que se transformó en una herida.
A veces, quien tiene que acompañar a un paciente bipolar, cree no tener recursos para tratarlo, pero lo más efectivo es recurrir a hacer silencio, el silencio nos ayuda a recapacitar, a sosegarse, a repensar.
La fragilidad, la
inestabilidad, el infantilismo, que muchas veces es lo más relevante que nos
envuelve en actitud y creencia, necesita recibir un trato más bien formal y con
solidez emocional, más que con mimos o disimulos, porque un paciente bipolar
ante todo necesita que confíen en él.
Lo que
alimentas dentro de ti es lo que crece.
Goethe
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