Cada persona guarda el secreto de lo que no es fácil aceptar en su propia vida, algo difícil de comprender es la separación de los padres y entonces este cuento a un paciente le hizo valorar la crianza que recibió y comprender que no todas las respuestas siempre serán a favor y todo tiene su explicación.
Ramiro el niño
inteligente.
Había una vez un niñito de ojos
hermosos, que le gustaba tener respuesta a lo que no entendía, le gustaba saber
porqué las hormigas eran tan pequeñas, le interesaba saber porqué los peces
flotaban en el agua y por qué los pájaros volaban.
Él vivía con su abuela, ella era una
persona dulce, comprensiva y respetaba mucho a sus hijos y a todos, aunque se
equivocaran.
Un día el niño creció y quiso saber
por qué sus padres vivían separados y por qué poco lo visitaban, entonces había
una sola verdad, la única persona que estaba preparada para enseñarlo y
cuidarlo era ella, la abuela Berta.
La mamá y el papá de Ramiro, querían a su hijo, sólo que no sabían
cómo hacerlo crecer bien y cómo darle buenas enseñanzas, porque ellos dos, por
su juventud, no tenían la madurez necesaria para cuidar a su hijo y cuando alguien no tiene ese sentido
desarrollado, no logra concebir responsabilidades.
Así fue que los papás del pequeño
niño de ojos hermosos, dijeron, preferimos que sea su abuela Berta que lo
abrigue, le de la comida y lo lleve a pasear.
Una vez Ramiro salió de paseo a la
plaza con la abuela Berta y se encontraron con un perrito que se llamaba Mostacho,
si es que Ramiro se movía, Mostacho lo seguía, cada vez que volvían a esa plaza
Mostacho estaba con su amo, que era un señor jubilado que se entretenía viendo
a Mostacho, jugar con los niños que visitaban los columpios en la plaza.
Ramiro, el niño inteligente, le pedía
explicaciones a su abuela, ella era muy sabia y tenía muchas lindas respuestas,
Ramiro comprendía lo que ella le decía.
Pasaron muchos años, lo mejor de
todo es que el niño inteligente de ojos hermosos, fue entendiendo lo que le decía su abuela Berta y fue
entendiendo, que la decisión que tomaron los papás había sido lo mejor para él,
porque los niños son igual que las semillas, necesitan mucho cuidado para
germinar, para crecer sanos e inteligentes.
Así pasaron varios años y Ramiro cuando pasaba por la plaza
camino a la universidad, recordaba a su amigo Mostacho.
Un día estando sentado en la plaza
junto a su mamá, Ramiro le explicaba por qué volaban los pájaros y los peces
vivían en el mar y la mamá le preguntó quién te enseñó eso, todo eso me lo
enseñó mi abuelita Berta.
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