Como personas-pacientes, no ingresamos al mundo de la
psiquiatría por elección o por iniciativa propia; como tampoco, por el deseo de
rendir un auto examen y menos por querer competir con otro, de lo que nos hemos
visto involucrados por la enfermedad, nada nos pertenece.
Lo que sí nos pertenece y que "nunca muere" es la "capacidad de
ser bueno" bueno con uno mismo, para lo que solo tenemos que recurrir a lo más íntimo de sí mismo, donde la
enfermedad no llega con su crueldad.
Cuando nos reconocemos como tal, aprendemos a no mezclar el bien
con el mal; es esto lo que nos permitirá
reconocer la belleza en cualquiera de sus manifestaciones y en cualquier instante y lugar, permitiendo apartarnos del padecer; "la enfermedad no tiene interés en conectarse con lo
bello" todos quienes conocemos la
realidad del sufrimiento, sabemos que allí no hay luz, entonces, ¿Por qué dudar de sembrar lo que nos merecemos?
Todas las opciones de vida existen en cada uno de nosotros,
siendo muy propio en todos, buscar en otros la solución de qué hacer con lo que nos sucede.
Tal vez, si iniciamos la mejor competencia consigo mismo, saldríamos favorecidos,
porque la facultad para distinguir lo bueno de lo malo, como lo feo de lo
bello, se respira en la propia esencia.
Cuando nos disponemos a descubrirnos en lo posible que es distinguir
lo valioso, hasta lo que alguna vez nos pareció feo nos parecerá hermoso.
“Cambiar el significado que damos a lo que sentimos” es lo
que puede librarnos del convencimiento que estamos perdidos.
Es el propio mar de pensamientos creados, más bien por lo que no nos gusta, que por lo que nos agrada, que nos mantiene siendo víctimas del desencanto.
Después de todo no es
necesario pensarlo todo, vista, gusto, tacto, oído, olfato dicen más que mil palabras
y nos llenan de satisfacción.
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