Convencerse que la enfermedad
bipolar es un mal sin vuelta, es la peor idea que una persona puede imaginar como
absoluta verdad, una característica muy propia del ser humano, es pensar que
cuando le va mal, es para toda la vida y la vida es mucho más generosa de lo
que creemos.
La razón de llegar a
padecer de bipolaridad es un misterio inclusive para la ciencia, pero no para
cada paciente, hay algo que a más de alguno el destino le hace saber del por
qué llegó a tal desastre mental, espiritual e incluso a perder la armonía física,
es así esta enfermedad, tiene eso de hacernos sentir la nada mísma.
No confiar en que todo
cambiará, no cambiará, porque la base de la enfermedad es la soberbia y si el
que la padece lo determina como un mal sin vuelta, así será; pero eso no es
verdad, si pensamos en que nos puede volver más fuerte y vigentes, no hay más
que volverse dócil, manso, obediente, sí,
es necesario volverse sumiso, para dejar pasar todo aquello que pretende humillarnos,
hacernos creer que no alcanzaremos la armonía espiritual o la sensatez.
Dentro de la propia
experiencia, puedo reconocer que la mejor medicina (además del medicamento) fue apartarme de personas
que están en otra frecuencia, eso, ha sido la base de mi mejoría, después de
enfrentar los odiosos episodios de la enfermedad, aprendí a que en la reflexión
se ocultaba mi propia verdad y que la bipolaridad no logró arrebatarme mi
propio entendimiento.
Lo mejor para lograr
que la bipolaridad se alejara de mí, ha sido estar lejos de lo que me provoque desagrado,
como noticias sensacionalistas, como también callar porque sí y sentirme
expuesta a opiniones externas.
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