Los días Lunes es un día donde pueden asistir todos quienes se interesen en compartir parte de su vida, muchas personas escriben con el propósito de estar segura que no hay ningún otro requisito más, que el respeto mutuo para participar; hoy una joven hizo memoria que hace más de cuatro años que está enterada de estos encuentros, pero lo cierto que no iba porque le daba miedo, no sabía con qué se iba a encontrar y terminó dándose cuenta que era un espacio para encontrarse con ella misma, porque es un lugar para compartir cada quien su propia historia, con otras personas que también están en la búsqueda por entenderse mejor a sí misma.
Otras personas no asisten porque no le gusta ir a un hospital, entonces, lo primero que debemos entender que lo que nos paraliza no es la enfermedad, sino los propios prejuicios.
De quienes asistimos podemos reconocer la satisfacción de encontrar un entendimiento mutuo, además de salir fortalecidos y conscientes que la enfermedad no es dominio de todas nuestras reacciones, caprichos, miedos, malas decisiones, somos ante todo personas y mientras no tomemos la vida con responsabilidad, seguiremos haciendo cargo a la bipolaridad de todo lo que nos pasa.
Los primeros en cansarse de nuestra manera de actuar es la familia, porque pareciera que el paciente desea que todos lo reconozcan con una enfermedad, principalmente para no hacerse responsable de sus deberes, de sus compromisos, de su dar más que recibir.
Cada vez que asisten familiares en busca de orientación, dejan demostrado que sus buenas intenciones para su hijo, hija, esposo, etc, nunca tienen un reconocimiento, un decir gracias me haces feliz, más bien detrás de una buena acción y comprensión por aliviar la carga del paciente, viene una exigencia o un reproche.
Lo mínimo que debemos hacer con nuestras cargas, es reconocer que nos pertenecen y saber que para dejarlas de lado, debemos de cambiar, poner los ojos en lo posible que es ser autosuficiente, porque la enfermedad, fuera de los episodios delicados, no impide valerse por sí mismo.
Dentro de lo experimentado, "un buen consejo para la familia" es hacer siempre silencio cuando el paciente no tenga la razón, el silencio es una buena herramienta para que quien no entiende, se ponga a pensar.
El paciente no siempre está enfermo, la enfermedad se reconoce cuando la persona pierde su proceso normal de pensar o de reconocer su propia realidad.
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