A la reunión de ayer asistió una mamá de un paciente de 22 años, quien tuvo la posibilidad de conseguir la opinión de 4 personas jóvenes y un señor de bastante edad, quien asiste continuamente y nos deja demostrado lo posible que es tener buen pasar, él es un periodista de la vieja escuela como él dice, donde el buen trato, la paciencia, la búsqueda de su propia filosofía de vida le permite vivir bien.
Rigoberto de setenta años, inició su tratamiento cuando joven y manteniéndolo como base de su bienestar, se mantiene estable, en el queda demostrado que mantener día a día los estabilizadores del ánimo por años, en el tiempo disminuye la bipolaridad.
Los otros asistentes entre 30 y 24 años todos profesionales, fueron igualmente un aporte para Gloria, que no sabe como sacar a su hijo del tedio y del convencimiento que esto no cambiará.
El aporte de los jóvenes fueron dos recomendaciones básicas, primero "no ver al hijo como un enfermo" y lo otro confiar en que ese estado cambiará, porque en el tiempo cambia.
Cada uno de ellos reconoció haber pasado por lo mismo, el sentido de rebeldía, irritabilidad, el no permitir opinión para cambiar, porque son varios los factores que influyen en el cambio, el tratamiento adecuado, la aceptación de sí mismo, creer que lo que parece imposible pueda cambiar y la rabia del porqué a uno le puede pasar.
La insistencia fue en no ver a la persona como enfermo, enfermo se está cuando no hay control de sí mismo, pero si el paciente discute puntos de vista, hay coherencia en su realidad, la persona está normal, solo falta el proceso de adaptación.
Vuelvo a quedarme con la idea que entre menos entusiasmo, poco natural, nos demuestren o insistan en mejorar la situación con exigencias inapropiadas, menor encuentro con el propio mundo, dejarnos fuera de presión puede servir para escucharnos, convencernos de la propia capacidad de raciocinio y salir a la vida dejando de lado la dependencia y el temor.
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