Cuando nos dedicamos a conocernos a nosotros mismos, es el inicio de darnos cuenta que realmente somos un universo infinito y casi, dejamos de sentir que somos esa persona a la que nos identifica un nombre y apellido o ese algo a lo que nos dedicamos.
Nos volvemos más seguros, porque entendemos que podemos generar de manera más auténtica lo que fluye de uno mismo, lo genuino, la propia naturaleza con sus características de pureza.
Es allí que vive la propia verdad y no existe la mentira, es cada uno quien elige sin pedir opinión o permiso, conociéndonos nunca nos sentiremos pequeños y sin necesidad de reconocimiento, porque nos estamos descubriendo.
Ir en busca del conocimiento de sí mismo, significa cada vez volver al inicio, porque somos un universo infinito, un conjunto de un todo que a cada paso nos sorprende, porque el mundo de la realidad nace en uno mismo.
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