La bipolaridad es una enfermedad afectiva, una enfermedad del ánimo, ánimo que nace de nuestro propio espíritu, de nuestra propia alma, de esa esencia que nos hace tan únicos e irrepetibles, energía que se materializa en pensamiento y acción como seres humanos.
Cada persona es un ser irrepetible, como lo soy yo también, descubrir que no es mi mente la enferma, porque sino no, no podría estar ni siquiera escribiendo lo que estoy diciendo, fue el primer paso para seguir confiando en lo que me identifica siempre, mi honradez, mi voluntad, la capacidad de amar, mi verdad, mi sencillez, solidaridad y tantos otros valores donde nunca llegará la enfermedad, porque ella en nada influye que cambie algo de lo bueno que siempre vive en mí.
Por eso que es necesario saber, que lo que nos daña, nos trastoca los sentidos y eso pasa porque no tenemos la capacidad de resolver lo que nos duele y entonces es mejor claudicar al raciocinio y no pensar, no decir lo que sentimos, nos volvemos incapaces de defendernos de aquello que nos hostiga o de aquello que sentimos y se nos critica.
Entonces en mi opinión está decir, que alejarme de todo aquello que genere fuera o dentro de mí, duda, conflicto, envidia, critica o más que eso, incluso desigualdad en las buenas intenciones, ha permitido que yo esté menos expuesta a reactivar mis estados enfermizos, porque mi vulnerabilidad se extingue buscando la paz.
Sintiéndome desvalorizada por otros, me vi en la obligación de entender que sus pensamientos no me pertenecen; la bipolaridad me enseñó que el ser más importante después de Dios, soy yo y el compromiso de vida es solo con Él, porque es a quien debo mi recuperación, mi verdad y el deber de cuidar el respeto y el amor por mi misma, para que los que me aman sean felices.
Cada persona es un ser irrepetible, como lo soy yo también, descubrir que no es mi mente la enferma, porque sino no, no podría estar ni siquiera escribiendo lo que estoy diciendo, fue el primer paso para seguir confiando en lo que me identifica siempre, mi honradez, mi voluntad, la capacidad de amar, mi verdad, mi sencillez, solidaridad y tantos otros valores donde nunca llegará la enfermedad, porque ella en nada influye que cambie algo de lo bueno que siempre vive en mí.
Por eso que es necesario saber, que lo que nos daña, nos trastoca los sentidos y eso pasa porque no tenemos la capacidad de resolver lo que nos duele y entonces es mejor claudicar al raciocinio y no pensar, no decir lo que sentimos, nos volvemos incapaces de defendernos de aquello que nos hostiga o de aquello que sentimos y se nos critica.
Entonces en mi opinión está decir, que alejarme de todo aquello que genere fuera o dentro de mí, duda, conflicto, envidia, critica o más que eso, incluso desigualdad en las buenas intenciones, ha permitido que yo esté menos expuesta a reactivar mis estados enfermizos, porque mi vulnerabilidad se extingue buscando la paz.
Sintiéndome desvalorizada por otros, me vi en la obligación de entender que sus pensamientos no me pertenecen; la bipolaridad me enseñó que el ser más importante después de Dios, soy yo y el compromiso de vida es solo con Él, porque es a quien debo mi recuperación, mi verdad y el deber de cuidar el respeto y el amor por mi misma, para que los que me aman sean felices.
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