No
estoy tan segura si es muy común que haya muchos pacientes que no se atrevan a
comentar por vergüenza, lo que les sucede a sus profesionales
tratantes.
Lo que experimentamos en los
episodios de crisis o en las alteraciones, que intempestivamente se
presentan en la enfermedad, no son elegidas por nosotros, los síntomas desconocidos
son productos de los desbalances psíquicos que pueden ser corregidos con los
químicos denominados, estabilizadores el ánimo.
No en todos nosotros se manifiestan de la
misma manera los pensamientos e impulsos extraños, son radicalmente distintos,
pero aunque sean distintas las formas de lo que experimentamos, debemos de
considerarlos como "normales" dentro de lo que es la bipolaridad;
sin rarezas no hay bipolaridad.
Es importante
no dejar de hacer saber lo que nos
sucede, porque eso ayuda al médico psiquiatra a comprometerse con su desafío, sacarnos
de todo aquello que nos confunda y hacernos comprender que la bipolaridad es
una enfermedad que tiene tratamiento y que es posible alejarnos de lo
equívoco.
El médico o psicólogo están capacitados
para comprender y ordenar todo lo que nos pasa y así poder ayudarnos; el
respeto es decir la ética profesional, nos da la seguridad que seremos bien interpretados, cuando asistimos al
médico-psiquiatra vamos a tratar nuestro problema psicológico o
psíquico y por lo tanto el profesional pondrá atención a la evolución o a algún
retroceso en nuestra salud mental y no está para enjuiciarnos como muchas veces
llegamos a pensar.
Comprendamos que no es posible auto
evaluarnos, la mejor elección es el tratamiento y no otras alternativas, como por
ejemplo, consejos de alguien que no comprende lo que es científicamente la enfermedad.
Todo aquello que tenga relación con nuestra vida, para vivirla cada vez mejor y
además alcanzar a dar bienestar también a quienes sufren por nuestras indecisiones
de seguir las indicaciones médicas y psicológicas, dependerá siempre
de nuestra responsabilidad.
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