Nos reunimos junto a una familia, quienes
desorientados buscan el camino más propicio para ayudar al paciente
adolescente, que como tantos no quiere seguir el tratamiento y cuestiona a
médicos y terapeutas, quienes son los principales apoyadores para la
enfermedad.
Cuando rechazamos a los profesionales y al
tratamiento, es porque desconocemos más de lo que creemos, la ignorancia mueve
a que la enfermedad crezca, a destruir nuestra paz y a la tranquilidad de
quienes nos rodean.
En el caso de la bipolaridad, el tratamiento es lo
único que nos estabilizará, nos llevará a nuestro propio equilibrio, hay que
comprender que necesitamos aprender a
través de nuestra propia experiencia, saber cómo es que el medicamento nos
sacará de las exaltaciones, de creernos poderosos, inteligentes, sabios y de
correr riesgos que cada uno de quienes hemos pasado por la enfermedad podría
enumerar.
Si no nos gusta esta enfermedad, entonces necesitamos
de aceptar que solo los medicamentos nos mantendrán siendo como lo que acostumbrábamos
a ser, es decir, sin enfermedad latente, la bipolaridad es ella cuando nos
enfermamos, con el tratamiento pasará lo feo y seguiremos siendo tan normales
como el común de los mortales.
Es necesario no esperar una caída irreparable para
parar con esa tormenta que poco de tranquilidad y prestigio nos trae, al
encapricharnos a través del impulso por pensar que todos los demás están contra
nosotros o equivocados.
La familia no se explicaba que el paciente esté en un grado de descontrol y que no sea posible convencerlo de lo que le puede ser favorable para él y sin embargo, a veces, reacciona en
normalidad, justamente porque no perdemos la conciencia y podemos por momentos demostrar una mente sana, comprensiva, pero no por eso estamos equilibrados, hay familias que piensan que el paciente está falseando.
La madre de Alberto llamó, me dice que siguiendo todas las indicaciones,
ha permitido que él siga yendo a la Universidad donde ha comentado que es
bipolar y en ningún caso ha sido cuestionado, la recomendación de hacer silencio,
la no observación desmedida, dejar de lado la crítica, comprender la madre que para los
pacientes son sus enemigas y ellas deben no sentirse afectadas porque es una reacción de la enfermedad y por lo mismo buscar a alguien quien la reemplace para no alterar al paciente y a la vez no afectarse ella, dentro de las sugerencias dada estuvo el aceptar sus ideas
como cuerdas, aunque se sabe que vienen de una mente sin control, comprender que los comentarios cuerdos no son manipulación, sino parte de
su realidad también, no forzar la situación a la realidad que vive el común y seguir el ritmo más bien del paciente
que de la alteración propia de enfrentar lo desconocido.
Es tan importante la psicoeducación, no solo para comprender la situación y
al paciente, sino para aliviar angustias, rabia y desajustes emocionales dentro
de la familia. Como decía la madre de este paciente, nos alineamos como familia
y eso permitió que nuestro hijo se calmara.
Algo que además me pareció positivo que estando separados los padres, ellos
asistieran igualmente a buscar orientación, Alberto con quien mejor se entendía era con su abuela y estando
ella presente en la reunión también comprendió que no se le debía bajar las dosis del
medicamento que era lo que ella pensaba, en este caso quedó demostrado que se hace necesario estar todos de acuerdo para calmar al enfermo, ya pasará lo difícil, pero vale la pena seguir estas indicaciones.
Este caso me parece un gran ejemplo de unión familiar, ahora los padres de
Alberto tomaron hora donde un especialista para darle a conocer el caso y como
convencer a Alberto para que asista y seguir el tratamiento que
afortunadamente ha retomado.
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