La bipolaridad es una enfermedad a la que he llegado a denominar como “circunstancial” y que se mantiene de esa manera en el tiempo; circunstancial porque dentro de mi experiencia he ido comprobando que lo que nos enferma, son las situaciones inesperadas que afectivamente no sabemos donde ubicar o cómo enfrentar, llevándonos esto a la alteración del equilibrio y la serenidad.
La vida en muchos aspectos es una constante incógnita para todos y por lo tanto se hace necesario tomar en cuenta dentro de ella, el espíritu de superación.
Compartir con pacientes que dan todo por perdido al ser diagnosticados con bipolaridad, los que van auto anulándose y pensando que esta afección del ánimo es un impedimento para seguir siendo persona, a veces, me desmoraliza, porque el factor de complejidad y negatividad toma poder y puede llegar a convencer a los pares que esa es la verdad.
Sin embargo debemos considerar que existen otras verdades también, que pueden servir como demostración que el interés personal por superar penurias hace posible sentirse confiado, capaz y valioso como ser humano, independiente de lo que se pueda sufrir en la vida.
Es cierto que nos enfermamos y nos sentimos perdidos y es una realidad de esta afección del ánimo, pero no es un algo para vendar en todo momento los ojos, el alma y el espíritu impidiéndonos ver el rayo de luz que también existe y que jamás se extingue, pero para percibirlo también necesitamos aplicar la sensibilidad en lo generoso.
Todo lo relacionado con el desarrollo humano se transforma en un gran capital de vida, más aun en la de un paciente con bipolaridad, entre más flexibles seamos como personas, tanto mejor podremos resistir los desencantos y el padecimiento.
Esa flexibilidad se desarrollará con la valorización de nuestra autoestima, la que podríamos definir como la sensación que una persona tiene de su propio valor como ser humano, basado en la confianza y respeto por sí mismo.
Sostenerse en el valor de la propia persona, permitirá superar mejor los episodios circunstanciales que nos perjudican y que no dejarán de ocurrirnos en la vida; sabiendo que no somos de acero entendemos que existen razones para debilitarnos, pero a la vez tenemos que recapacitar que aunque esta enfermedad siga generándose basada en lo circunstancial, podemos seguir robusteciéndonos en la autovaloración y no en lo que nos agobia, la autocrítica.
lunes, 7 de febrero de 2011
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