Fuiste un servidor silencioso, de una nobleza humana que no dejaba siquiera, percibir aquello que te dormía... junto a esa tu maravillosa humildad, queriendo no ser preocupación ni atención de alguien, por más que te lo merecías.
Tu amor por los necesitados, era tu razón de existir, eras alguien que sabía amar, respetar, admirar, principalmente a tu padre, a quien tú con tus siete décadas, aún seguías idealizando y decías siempre necesitar.
Pude conocer de tu generosidad sin que alguna vez te hayas jactado de tu bondad, no querías lo bueno para los tuyos ni para los demás, sino lo mejor, lo mejor que era para ti, compartir.
Gracias Hernán por dejar en mí y en muchos tu ejemplo de un gran ser humano, siento haberme quedado con muchas buenas intenciones para ti, pero mi respeto me mantuvo a la distancia teniéndote siempre presente e incluyéndote en mis oraciones.
Que un coro de ángeles te reciba en tu nueva morada y que Dios premie tu buen espíritu y tu noble corazón.
Con gran pesar te despedimos, tus amigos,
Susana y mi esposo Sergio.
jueves, 23 de diciembre de 2010
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