La responsabilidad de orientar y apoyar a pacientes y sus familiares, me ha permitido establecer un vínculo estrecho de respeto, fidelidad y comprensión con varios de ellos.
A través de esto ha sido posible, tantas veces, ver desechar las ideas más delicadas que muchos pacientes tienen por sus estados, estados que nos hacen pensar que ellos no tienen solución.
Recuerdo después de terminar uno de los encuentros, ver a alguien mirarme a la distancia con sus ojos en lagrimas, me acerqué pregunté: ¿qué pasó? su silencio angustiante me movió a repetirle la pregunta, no hubo respuesta y se alejó; pasaron tres días sin poder olvidar a ese paciente con su mirada que me hablaba de necesitar ayuda; conseguí su teléfono y le hablé, logré que me confesara su pensamiento y así fue como me dediqué a contenerlo telefónicamente mañana y noche, haciéndole valorarse, a buscar motivación para dejar de pensar en una decisión que no sólo lo perjudicaría a él sino a todos quienes lo quieren.
Su propuesta me hizo preguntarle: ¿a quien quieres castigar? y su reacción me dio tranquilidad, demostró amar a los demás.
Vuelvo a sentir y a pensar, el cambio que puede haber ante una oscura verdad, cuando alguien nos pone atención.
Pasaron cinco días, pensé que sin duda más que mi aporte, necesitaba la opinión de su médico, el servicio público nos atiende con una cita y fecha determinada podemos asistir a Urgencia, pero estamos callados, paralizados; entonces llamé al lugar donde se atendía, logré hablar con la secretaria de psiquiatría, ella se sorprendió con mi relato, solicité hablar con el médico, él no se encontraba, me despedí con la esperanza que de lo que pasaba se le informara.
Muchos pacientes no revelan sus oscuras ideas a los profesionales, muchas veces no porque no se quiera, sino porque el dominio de la mente nos convence que callemos.
Seguí manteniendo el dialogo con Ernesto, la gran parte del día dormía, reconocía que nadie de quienes lo acompañaban, no imaginaban de las intenciones que lo embargaban. sólo sabía que él no era aporte ni necesidad para alguien.
Preguntarle sobre qué condiciones de él reconocía, enumeraba varias, eso me animaba para seguir en mi intento de apoyarlo a comprometerme realizar en el hospital juntos, algo de manualidades que sin duda le daría vida, confianza y alegría, es tan necesario realizar una tarea, porque ella es reflejo de nuestra persona.
La inactividad no es un medio para crear, cuando salimos de una crisis, estamos sanos de mente y físicamente, pero espiritualmente muchas veces seguimos dormidos, entonces allí necesitamos de la inteligencia de los demás, que ellos nos den alguna responsabilidad, dentro de la familia podemos pagar cuentas, responder ante un simple trámite, nos hace contactarnos con la realidad, con la responsabilidad, el respeto, la solidaridad.
Cuan importante es que dejen de vernos como seres siempre enfermos, si nos ven alicaídos es porque estamos inactivos.
Mis buenas intenciones y tal vez escasa motivación, permitió que Ernesto me diera una gran sorpresa, al llamarlo un día domingo, le pregunté qué estaba haciendo, respondió: “pintando mi pieza” … dije: ¿de qué color? : “blanco”… respondió y ¿de qué color estaba antes? azul, era muy oscura…
Y se fueron abriendo cambios, su pensamiento oscuro se matizaba a través de nuevos estímulos.
Volvimos a encontrarnos en una nueva reunión, el tuvo un gesto caballeroso, abrió la puerta para que pasara primero; le pregunté ¿qué pasa por tu mente, Ernesto? … respondió: “espero disfrutar del deporte que más me gusta”…
Hay satisfacciones inesperadas para mí, como la que me ha dado Ernesto, no lo conozco más de un mes y sus reacciones parecieran espontaneas, lo que no es fácil de conseguir cuando la enfermedad nos hace dar todo por perdido, aquí una vez más queda demostrado que la bipolaridad radica en lo afectivo.
Tal vez, con Ernesto vayamos con el tiempo por caminos paralelos, lo que ha importado esta vez, es haber estado allí cuando lo embargaba una mala idea, un silencio que pudo haberlo traicionado.
Ernesto exteriorizó sus pensamientos a su médico y es lo necesario para que nos ayuden a restablecernos.
Mientras tanto seguiré orando por Ernesto
jueves, 4 de febrero de 2010
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